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14/10/10

Trilogía...

Recuerdos de un 3 del 3 del 3...

 

Aquella tarde del tres de marzo de dos mil tres hacía un calor inusual. Recuerdo que había aparcado el coche muy lejos, más o menos donde Cristo dio las tres voces. Me dirigía apresuradamente, casi al trote, al domicilio de Trini, un bonito triplex en la calle Tres Olivos, número 3, portal 3, 3º C de la madrileña villa de Tres Cantos. Como siempre, llegaba tarde... al igual que el Conejo Blanco. Acalorado y transpirando en exceso, llegué al portal tras algún que otro tropiezo y traspiés... Miré la hora: por increíble que parezca eran las tres y tres minutos.

 

El ascensor me dejó en el umbral de su puerta. Pulsé el timbre... Al poco apareció Trini...

 

Me recibió con una estampa chocante: semidesnuda, cubierta con un quimono abierto por delante; de cintura para abajo, unos cortísimos shorts; de cintura para arriba, sus siempre sensibles y duros pezones sobresaliendo bajo la tenue seda del quimono... En una mano, su tradicional copa de Margarita, muy cargada de Triple Seco; en la otra un pincel aún empapado en trementina...

 

Cuando me vio, sonrió... Me miró de arriba a abajo... y con gesto de aprobación, me saludó:

 

- Très bien, mon ami Manolo. Pasa, pasa... llegas en el mejor momento... cuando estoy a un tris de terminar mi último tríptico.

 

Avancé, intenté abrazarla, pero me persuadió:


- Quita, quita... que puedo mancharte...

 

Desistí y me limité a besarla, excediéndome, en los labios... Sabía y olía a alcohol, tabaco y, por su mirada vidriosa, intuyo que también a otras plantas...

 

Volvió a mirarme... fijamente. Presentí que estaba tramando alguna triquiñuela....

 

Entré. Atravesé el pasillo y llegué hasta su estudio... Sobre el tresillo, recostado aunque ligeramente incorporado, posaba uno de esos efebos musculosos, mitad marine, mitad modelo de Gaultier, que tanto le gustaba pintar. Piel canela, tripa adoquinada sin trazas de grasa ni triglicéridos y tríceps tatuado con símbolos tribales... Miraba hacia el lienzo haciéndose el interesante, exhibiendo triunfante, con una mezcla de insolencia y provocación, una incipiente erección en la tercera pata del trípode...

 

Trini nos presentó:

 

- Manolo, este es Travis Trentmöller.

 

¿Travis? Vaya trauma tendrá con el nombrecito... pensé para mis adentros.

 

Extendí mi mano para saludarle al recio, rancio y viril estilo castellano... tratando de triturarle la mano para demostrar que yo era el macho alfa... Pero se ve que en el trópico se estila más el tribal "high five"... por lo que se fue al traste mi treta.

 

Trini detectó la tensión en el ambiente y trató de tranquilizarnos proporcionando información intranscendente.

 

- Travis tiene treinta y tres años. Su padre es de Trier y su madre de Trinidad Tobago.

 

Y tendrá tres tristes tigres, volví a pensar para mis adentros.

 

Tras las presentaciones e introducciones, Trini trincó la paleta y se aproximó al lienzo para darle los últimos retoques...

 

Ella era extraordinariamente realista en todos los detalles... Formada en el movimiento transvarguardista, se unió a otros intelectuales para crear el grupo atrio que trataba de abrir una tercera vía entre lo transgresor y lo contracultural. Vamos... cosas de artistas...

 

Cuando terminó su trabajo, me miró... buscando más aprobación que opinión. Salvo por que había exagerado atrozmente el grosor y longitud de la trompa, o troncha, del tronko tropical, el cuadro era muy bueno... tremendamente bueno...

 

Exultante y triunfal, avanzó hacia mi mientras enroscaba su trenza alrededor de su dedo índice. Acercó sus labios a mi oído, y con un atrevimiento nunca visto, me preguntó:

 

- ¿Hacemos un trío?

 

Evidentemente, esta vez se había pasado tres pueblos...

 

3 comentarios:

  1. Me encanta como sutilmente, y no tan sutilmente, va apareciendo el amado número.
    Tres cantos es el equilibrio entre pueblo y ciudad, yo vivió ahí y lo encuentro perfecto ^^
    Escribes que da gusto. No eres obsceno pero tampoco escribes para niñas remilgadas.
    Sigue así :D

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  2. Shootingstar, gracias por tus palabras. La verdad es que nunca había pensado en que una niña remilgada tuviese algún interés en pasarse por aquí... Aunque nunca se sabe... los remilgos ante algunas cosas, pueden transformarse en abandono para otras...

    El amado número... Me gusta... Y es que el impares es, a veces, lo mejor para multiplicar -y, dado el contexto, tendría que decir triplicar- el placer y el deseo...

    Sigamos...

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  3. La verdad es que nunca se sabe. Mucha gente muestra sólo una fachada.

    En cuanto a tu comentario, "Incertidumbre, sangre alterada... No hay duda: son sus síntomas..." ¿A qué síntomas te refieres? si hablas de amor, sinceramente, prefiero pensar que no es así. Todo es mucho más fácil cuando dejas apartado al corazón. Por eso de que si juegas con fuego puedes quemarte.
    Saludos!

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